24 de febrero de 2014

CONFUSIÓN PERPETUA






La importancia que el fallido golpe de estado de 1981 tuvo y tiene para los españoles debería al menos exigir que no fuese tratado de forma tan frívola como lo hizo Jordi Évole el pasado domingo. No todo es lícito para conseguir altas cifras de audiencia. La publicidad engañosa previa que La Sexta realizó sobre el asunto caló en gran parte de los ciudadanos y así engañados sintonizaron con la emisora de forma masiva. Aunque ayer y hoy, muchos de los televidentes  hayan caído en la cuenta de lo irreal de su contenido, en la mente de muchos otros que, o bien no vieron el programa en su totalidad o bien no hayan entendido su propósito, la versión ofrecida permanecerá por mucho tiempo, quizás para siempre.

Por otra parte, y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, hablemos de la Guardia Civil y del 23-F. La Guardia Civil, fuerza armada que ejecutó el golpe, se convierte en foco de atención cuando hoy está siendo cuestionada por su reciente intervención en Ceuta. La obediencia debida y la cadena de mando salvaguardan la responsabilidad de los agentes. El Pacto del Capó resucita convertido en el Pacto de la Playa. Como en otras tantas ocasiones la autoridad competente, por supuesto militar, quedará en el anonimato y libre de responsabilidades. 

Que hayan transcurrido treinta y tres años desde la intentona golpista y se siga especulando sobre la participación de Juan Carlos I en la misma, más que la frívola atención de Jordi Évole debería gozar de la visión tragicómica que solo el irrepetible Gila podría ofrecernos. La tardía aparición de un uniformado rey ejerciendo su función constitucional como mando supremo de las Fuerzas Armadas nos indica el camino para llegar a establecer en donde se encuentra la más alta responsabilidad sobre la actuación de los golpistas. Un breve discurso en formato de mensaje, analicemos el siguiente párrafo del mismo:
Al dirigirme a todos los españoles con brevedad y concisión en las circunstancias extraordinarias que en estos momentos estamos viviendo, pido a todos la mayor serenidad y confianza y les hago saber que he cursado a los Capitanes Generales de las regiones militares, zonas marítimas y regiones aéreas la orden siguiente: Ante la situación creada por los sucesos desarrollados en el palacio del Congreso, y para evitar cualquier posible confusión, confirmo que he ordenado a las autoridades civiles y a la Junta de Jefes del Estado Mayor que tomen las medidas necesarias para mantener el orden constitucional dentro de la legalidad vigente.
"Para evitar cualquier posible confusión"  ¿A que confusión posible se refiere?. Desmentir ante los mandos militares que, tal y como se les indicó, actuaban con su visto bueno puede que sea la intención más probable. ¿Hasta donde llega la obediencia debida de los miembros del Ejército y la Guardia Civil  y donde empieza a convertirse en colaboración necesaria totalmente voluntaria? ¿ En que punto de la débil línea que separa la rebelión militar de la sedición debemos situar a instigadores y ejecutantes del golpe, a todos?

Prescindamos de complicadas hipótesis y centremos la atención en la cronología de los hechos reales y en los reales hechos. El teniente coronel Tejero irrumpe con sus guardias en el Congreso a las 18,00 horas, tan solo 45 minutos más tarde está registrada la conversación mantenida por el general Juste con la Zarzuela, el rey fue conocedor del suceso, al menos de forma oficial, en ese mismo momento. Un cuarto de hora más tarde Milans es retirado del mando, aunque en Valencia ya está declarado el estado de excepción, pero no obstante y antes de comenzar la grabación del mensaje Juan Carlos habla con Milans. Los GEO toman RTVE y los tanques circulan por las principales calles de Valencia mientras Tejero desautoriza la propuesta de Armada y Gabeiras, ordena el arresto de Milans del Bosch. Ya han pasado seis horas desde que Tejero sacó su pistola en el hemiciclo y las ametralladoras funcionasen en plan antidisturbios, actuación proporcionada al peligro latente.

Aún tienen que transcurrir una hora y catorce minutos más para que RTVE emita el mensaje en diferido de Juan Carlos. Un mensaje que debería haberse producido a las 18,15 de la tarde y que no obstante se emite a las 01,14 horas del día 24 de febrero, se demora siete horas, retraso inexplicable que se convierte en el principal motivo para la existencia de la confusión a la que el rey alude en su mensaje, una confusión que el rey ha provocado a causa de su inacción, una confusión inexistente para él y cuya mención es la piedra angular para ocultar el repentino cambio de posición en relación con el golpe. El retraso no fue tal, fue simplemente el tiempo que el rey tardó en valorar la continuidad o el aborto de la por él presuntamente conocida y autorizada maniobra atento a la vista del desarrollo de los acontecimientos. Lo importante para él era, por encima de todo, estar en el bando ganador, siempre desde su nacimiento fue así y nunca tuvo reparos sobre los medios utilizados para ello. El aborto finalmente se produjo y de él surgió el juancarlismo y la maquillada  investidura como demócrata de un rey sentado en el trono por un dictador al que juró obediencia.

Como dije antes y a pesar de los años transcurridos (33), la "confusión" permanece. Seria bueno que de una vez por todas desapareciera. El mensaje real lo pretendía, pero es evidente que no lo consiguió. Bueno sería que el rey se dirigiese nuevamente a los españoles, de forma detallada y documentada y nos explicase que fue lo que realmente sucedió, al menos desde las seis de la tarde del 23 de febrero de 1981 hasta la una de la madrugada del siguiente día 24. Ahí están todas las claves y Juan Carlos las conoce de primera mano. Desde luego está en la obligación de hacerlo, aunque solo sea por su obediencia debida a la Constitución. El hecho de que no lo haga perpetúa una confusión que, visto lo visto, solo beneficia a la corona.

Benito Sacaluga



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